Criollo de antaño y musa fina
Un hueso somnoliento, canoso y trasnochado lleva en su solapa recuerdos del ayer, de años consumidos con música de vasos, con cantos de campanas y besos de mujer.
Así empieza Carlos Riofrío Palacios en una alegoría a Rolando “Mote” Ramírez Vásquez, al resumir la vida del destacado compositor piurano, a quien visitamos en el distrito de La Arena. Al ingresar a su vivienda, placas y distinciones por todos lados, y al centro un escritorio en cuyos cajones están no sólo apuntes y direcciones, sino los sentimientos de uno de los más grandes compositores piuranos. Rolando “Mote” Ramírez, a pesar de encontrarse un poco resfriado y con elevada temperatura, nos recibió con mucha amabilidad y hasta brindó un vino, como en sus años mozos de bohemio. No sin antes haber hablado un poco de cómo van pasando sus años y haber llegado a los 80.
Desde niño sintió amor por la música. Su madre sin presagiar su vida bohemia, le regaló una guitarra cuando apenas tenía 12 años de edad, “mi padre se opuso un poco y no vio con buenos ojos el regalo de mi madre”.
Recuerda cuando realizó sus estudios en el Colegio San Miguel de Piura. Cuando se traslada a Lima para estudiar en la entonces Escuela Nacional de Agronomía, mal intencionadamente le dijeron que tenía TBC, “el mundo se me cayó encima. La única forma era ir a Jauja, tener un cambio de clima. Llegamos a un hospital especializado de Jauja, donde un especialista me dijo que no tenía tuberculosis. Era una pasada para que yo no pudiera ingresar a Agronomía, pues allí sólo entraba la gente de plata y de poder económico. Cuando me dijeron que estaba sano… me quedé en Jauja y tampoco me contagié de tuberculosis, sino de la bohemia. Aprendí a amar a la bohemia criolla, conociendo a destacadas personalidades del criollismo”, recuerda.