Fronteras de la realidad y la leyenda
En el distrito de Suyo, provincia de Ayavaca, se encuentra Chirinos, el poblado más grande del distrito, caracterizado hasta hace poco, por su tranquilidad y por su dedicación exclusiva a la actividad agrícola y ganadera. En la parte alta se encuentran los sitios de Palala y Jacapa, junto a Cuchi Corral o Coche Corral, área donde actualmente se explota oro de manera artesanal. Pero Palala y Jacapa, guardan muchos tesoros y misterios, el principal está relacionado con la vida de la “Blanca Venancia”, una mujer acaudalada y con mucho poder, que para no ser víctima de los asaltos de bandidos y montoneros, habría enterrado su enorme fortuna, consistente en oro y libras esterlinas.
A diferencia de la historia, que tiene el afán notarial de registrar documentos y guardar constancias, la memoria en cambio, se parece más a una dama caprichosa que elige algunos recuerdos para conservarlos y descarta otros que han perdido su cariño; entre los recuerdos que atesora la memoria, es usual que se envuelvan con algún adorno para realzar sus detalles más vistosos o para engrandecer el afecto que encierran, de modo que el resultado puede parecer más bien una leyenda. Es lo que ocurre con algunas tradiciones de mi pueblo, entre las cuales hay una en especial que quisiera referir.
Desde niño me ha tocado escuchar un sinnúmero de relatos que se conservaban en la memoria de los personajes más antiguos de mi pueblo, Chirinos. Los narradores no tenían ninguna duda sobre la veracidad de aquellos acontecimientos y sobre la existencia real de sus protagonistas. En esta oportunidad quiero referirme al relato sobre los tesoros enterrados que habría dejado una dama del siglo XIX conocida con el nombre de Venancia, en las zonas de Palala y Jacapa, ubicadas en la jurisdicción de la localidad de Chirinos. Sobre esos tesoros, se dice que hasta ahora nadie los ha podido encontrar.
Varias generaciones escucharon decir En Chirinos, a lo largo del siglo XX, que la señora Venancia, una mujer acaudalada para su época, había enterrado su fortuna, consistente en oro y libras esterlinas, dentro de varias vasijas de barro, según algunos; otros indicaban que se trataba de grandes baúles y también de cueros de toro. A quien pidiera más detalles, le aseguraban que eran siete cajones de libras esterlinas.
El relato, transmitido en reuniones nocturnas, a la luz del fogón o de la luna, había movilizado el interés de diversos aspirantes a herederos de aquella riqueza. Algunos pobladores de Chirinos, e incluso oficiales militares del Regimiento de Caballería Nº 7 (RC7), acuartelado en Suyo, pretendieron desenterrar aquella fortuna con ayuda del Sampedro y con la guía de maestros “rastreadores” que indicaban que el secreto o “abusión” para encontrar el entierro, consistía en sacrificar a una persona de raza negra (sic).